martes, 19 de abril de 2011

OCTAVIO PAZ Y LA PSICOLOGÍA DEL MEXICANO.

Hoy hace 13 años murió el poeta, premio nobel de literatura, Octavio Paz. Les comparto un artículo que a propósito de los 60 años de publicación de su clásico ensayo  "El laberinto de la soledad" se publicó en Silabario, suplemento cultural del diario AZ de Xalapa, Ver; y un fragmento de uno de sus mejores poemas: Piedra de Sol.


EL LABERINTO DE LA SOLEDAD Y LA PSICOLOGÍA DEL MEXICANO.
 
            Durante este año se cumple casi 6 décadas de la publicación de una obra de trascendental importancia en la vida intelectual del país.
            La publicación de El laberinto de la soledad de Octavio Paz, ha dejado una honda huella en el pensamiento moderno y dio un renovado impulso a toda una época de reflexión acerca de la mexicanidad.
            En la memorable entrevista con el francés Claude Fell, Paz definió que este trabajo fue un ejercicio de la imaginación crítica: una visión y, simultáneamente, una revisión. Algo muy distinto a un ensayo sobre la filosofía de lo mexicano; define así al  mexicano no como una esencia sino como una historia. Como libro de crítica social, política y psicológica, es una descripción de ciertas actitudes, por una parte y, por otra, un ensayo de interpretación histórica, en resumen: la intención fue ver el carácter mexicano a través de la historia de México.
            En El laberinto de la soledad, Paz muestra la originalidad de sus ideas, no en el sentido de creación de conceptos, sino en la forma de hacer uso de una gran cultura y concurrir a una gran variedad de ámbitos del conocimiento para poder elaborar a través de su prosa, una genuina y profunda visión de los mexicanos.
            Aunque nunca pretendió, como señalo anteriormente, realizar un estudio sociológico ni hablar como científico, sí desarrolló, con gran habilidad, una forma integradora de contestar a interrogantes primordiales de nuestra identidad. De alguna manera realizó un proceso de introspección histórica.
            El gran mérito de Octavio Paz en esta obra fue emplear un singular talento literario para contribuir a esclarecer los problemas más urgentes de la existencia humana en su compleja diversidad. Huyó así, del determinismo de la ciencia y se acercó al abordaje histórico de la psicología del mexicano, pasando por el análisis del lenguaje popular.
            Aunque Paz no fue el primero que planteó la revisión del análisis del carácter social del mexicano –asunto que preocupa a todas las culturas en algún momento de su desarrollo- sí  fue el primero en analizar a profundidad muchos de los arquetipos sociales que definen el carácter del mexicano.
            Durante las décadas siguientes a su publicación, motivados en parte por su trabajo, numerosos estudios se han dado a la tarea de  esclarecer, con el rigor científico de las ciencias sociales, de que forma operan a nivel individual, estos estilos de enfrentar problemas que son diferentes en la cultura mexicana con respecto a otras culturas. Esta singularidad, si bien común a otras culturas hispánicas, se matizaba con especial evidencia en el río de nuestra historia.
            El Dr. Rogelio Díaz-Guerrero[1], uno de los expertos mas dedicados al estudio de la etnopsicología del mexicano, ha demostrado  que muchas de estas premisas histórico-socioculturales se presentan como tales en las mas diversos grupos de mexicanos.
            En este sentido de ideas, el individuo se convierte en persona a medida que se afianza a su ecosistema cultural. Las premisas histórico-socioculturales, parte medular de este ecosistema conductual, son dimensiones culturales, actitudes supra-individuales que demandan comportamientos y maneras de confrontación del estrés específicas.
            Para los psicólogos sociales ha quedado claro que premisas culturales como el machismo, la obediencia afiliativa, la virginidad, la abnegación,  etcétera, son filtros cognoscitivos a través de los cuales entra la información y es procesada por un gran parte de la población mexicana. En muchas áreas de la convivencia social y personal se manifiesta claramente la repercusión psicológica de este tipo de premisas.

            Muchas de las ideas que Paz tenía acerca del carácter del mexicano, se han puesto a prueba y se han visto enriquecidas por el conocimiento más exacto sobre ellas. Un ejemplo de ello es lo que se había percibido desde un punto de vista especulativo como “complejo de inferioridad”, en el mexicano, a través de la investigación rigurosa, resultó mas bien una fuerte tendencia en los mexicanos a disminuirse a sí mismos para destacar lo que dentro de nuestra cultura es más importante: el padre, la madre, la familia, las figuras religiosas, y aún, la nacionalidad.
            Si entendemos que la personalidad social de los humanos es producto de la dialéctica entre los impulsos biopsíquicos del individuo y los mandatos tradicionales de la cultura, no es difícil entender que estos rasgos sociales de la personalidad se reflejaran en conductas sociales: en la familia, en la religión, en la cultura, en las relaciones de grupo.
            Hay ciertos rasgos sociales que son casi universales, por ejemplo, la introversión-extroversión, aunque la importancia de la misma varíe notablemente de una cultura a otra, entonces necesitamos, por un lado encontrar las cosas universales y luego, encontrar las dimensiones que convengan mas específicamente a cada lugar. Estas premisas histórico, socioculturales, son bastante genéricas a los pueblos latinoamericanos, sobre todo aquéllas que tuvieran alguna influencia de tipo indígena originalmente. La dimensión mas apropiada para las Américas es el colectivismo-individualismo, y que las dimensiones que se han encontrado, como la abnegación, son subfactores del colectivismo. En tanto, la auto modificación, modificar el medio ambiente es algo que separa claramente y en forma crítica a lo angloamericano de lo latinoamericano.[2]
            Para el mexicano, el aceptar y aún aguantar el estrés pasivamente , no es sólo la mejor manera, sino la manera mas virtuosa de hacerlo. La abnegación en la madre, la obediencia de los hijos, el propio sacrificio en todos, la sumisión, la dependencia, las buenas maneras,  la cortesía, el aguante, la “concha”, etcétera.. podrían en este sentido, ser consideradas o bien como virtudes socioculturales mexicanas, o cuando menos, como formas aprobadas socialmente de defenderse del estrés de la vida.
            La adaptación fácil del mexicano a la tragedia y aún a la muerte, no son cosas raras en nuestra cultura. Lo mismo se podría decir acerca de la enfermedad crónica y la deformidad. El uso de expresiones como “ni modo” y que significa  que “nada se puede hacer”, o “así lo quiso Dios” entre otras muchas, revelan una filosofía cuasi-estoica: que la manera justa para otros y para uno mismo, la manera recta y virtuosa de enfrentarse a los problemas de la vida, es la de hacerlo pasivamente. A diferencia de otras culturas, como la norteamericana, por ejemplo, en donde la tendencia social de enfrentar los problemas es una forma activa.
            El machismo, término originario de México y que se ha hecho universal tiene una situación interesante: se ha estereotipado mucho la concepción del machismo mexicano, pero se ha investigado transculturalmente y se ha demostrado que el hombre mexicano es más autoritario, pero el anglosajón es más hostil.
            Nuestro lenguaje está lleno de expresiones que señalan nuestra visión del mundo y de nosotros mismos. Las creencias tanto en premisas sociales, culturales, e incluso a nivel personal , matizan nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos.
            El poeta menciona que esta crítica despliega  una posibilidad de libertad y motiva a la acción. Precisamente es ésta última la mayor utilidad: dejar de ser objetos del proceso histórico para convertirnos en sujetos activos de éste.[3]

Rodrigo Morales García. Silabario. Suplemento Cultural. Diario AZ, 2000. 2;56:5-6.

                      

[1] Díaz-Guerrero R. Psicología del mexicano.Ed. Trillas, México, 1982.
[2] Díaz-Guerrero R. Papeles del Psicólogo. No. 55. 1993.
[3] Paz O. El laberinto de la soledad. FCE 2004.
 
 
PIEDRA DE SOL
Octavio Paz 
 
Un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:
                       un caminar tranquilo
de estrella o primavera sin premura,
agua que con los párpados cerrados
mana toda la noche profecías,
unánime presencia en oleaje,
ola tras ola hasta cubrirlo todo,
verde soberanía sin ocaso
como el deslumbramiento de las alas
cuando se abren en mitad del cielo,

un caminar entre las espesuras
de los días futuros y el aciago
fulgor de la desdicha como un ave
petrificando el bosque con su canto
y las felicidades inminentes
entre las ramas que se desvanecen,
horas de luz que pican ya los pájaros,
presagios que se escapan de la mano,

una presencia como un canto súbito,
como el viento cantando en el incendio,
una mirada que sostiene en vilo
al mundo con sus mares y sus montes,
cuerpo de luz filtrado por un ágata,
piernas de luz, vientre de luz, bahías,
roca solar, cuerpo color de nube,
color de día rápido que salta,
la hora centellea y tiene cuerpo,
el mundo ya es visible por tu cuerpo,
es transparente por tu transparencia,

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