lunes, 24 de octubre de 2011

EL RETIRO MÉDICO. SIMPOSIUM DE LA ACADEMIA NACIONAL DE MEDICINA.

El retiro médico. Introducción.
Germán Fajardo Dolci.
Comisión Nacional de Arbitraje Médico, México

El retiro es un tema de gran importancia para la vida de todos los médicos y sus familias, desde el punto de vista individual o colectivo, a pesar de su trascendencia se habla, escribe o estudia poco o nada sobre él. En general, el retiro del médico y sus consecuencias no figura dentro de las agendas de análisis y discusión de las múltiples organizaciones del gremio en el país.
El antecedente inmediato que tenemos es un simposio en este mismo recinto que fue coordinado por el Dr. Muñoz Kappelman en 1998 en el que participaron José Kuthy Porter, Horacio Jinich y Ramón de la Fuente. Definir cuándo dejar la práctica médica es una decisión importante para la mayoría de los médicos y es una decisión difícil de tomar por las implicaciones diversas que tiene. ¿En qué momento me debo retirar? ¿Qué voy hacer después? ¿De qué voy a vivir? Unas cuantas preguntas con infinidad de respuestas.
En algunos casos el médico se desempeña como tal hasta los últimos días de su vida. El incremento
significativo de la esperanza de vida, las bajas pensiones, el no contar con alguna otra ocupación y la necesidad de mantener una actividad intelectual han hecho que entre muchas otras causas la vida profesional del médico también se prolongue. El retiro, entendido como el cese absoluto de labores, en realidad es el punto final de un proceso de cambio constante de la vida del médico. Estos cambios pueden incluir patrones como reducir la práctica profesional, incursionar en labores docentes, administrativas o de asesoría, y preparar una vida posterior al cese definitivo de la práctica.
En México, en algunos ámbitos laborales públicos y privados existe una edad de retiro, por lo tanto no depende de la voluntad de la persona, pero en otros casos, también públicos y privados, no existe una edad estipulada en la que el médico deba retirase. Por lo que esta decisión se deja libremente a la voluntad del profesional, quien debe por consecuencia ponderar en base a su conciencia, sus intereses, sus compromisos,su condición física e intelectual, su economía, su capacidad, para tomar la decisión de abandonar parcial o totalmente la práctica profesional.
Por un lado, para la mayoría de los médicos la idea del retiro no es agradable y en general no se piensa en ello, por consecuencia no se planea el retiro de la profesión, lo cual, además, los puede dejar sin fuentes importantes de gratificación e ingresos; por otro lado, existe la falsa percepción de que el retiro significa llevar una vida sin importancia, llena de aburrimiento, soledad y una muerte temprana. En este tema, como en muchos otros, no se puede generalizar ni ser absolutista.
Existen muchos tópicos relacionados con el retiro médico que se pueden abordar como lo son: las diferentes especialidades médicas (¿es lo mismo el retiro de un cirujano que de un psiquiatra?), el mercado laboral, las finanzas personales y las pensiones, la recertificación, la legislación, la ética, el género (¿será lo mismo retirarse para una doctora que un doctor?), las aportaciones científicas de médicos en el retiro, entre muchas otras más. Hoy, sin embargo se han elegido solo cinco temas, quedando por consecuencia varios para futuras ocasiones.
En este simposio se abordará el tema del retiro médico desde diferentes perspectivas: la planeación del retiro, el retiro y la dinámica familiar, aspectos psicológicos del retiro, el retiro clínico quirúrgico, y finalmente, el tema de la mala práctica y la edad avanzada.

Aspectos psicológicos y emocionales del retiro médico. Una primera aproximación
Carlos Campillo Serrano*, Gabriel E. Sotelo Monroy y Hugo Dayran Trejo Márquez
 

Servicios de Atención Psiquiátrica, Secretaría de Salud, México, D.F.

Al abordar el tema de «retiro y depresión», el problema empezó en cuanto me di a la tarea de preparar mi intervención. Al revisar la bibliografía correspondiente e indagar entre los amigos que habían hecho público su retiro, o que, por ser mayores, yo supuse que ya estaban retirados, tuve una impactante revelación: caí en la cuenta de que tengo ya 66 años. Si viviera en algún país europeo, pensé, me gustara o no, ya me habrían mandado a casa en pantuflas y no tendría siquiera la oportunidad de estar en un foro como este. Fue así como me enteré de que había llegado para mí ese momento crítico. Jamás me había dado cuenta antes, víctima probablemente de una típica negación freudiana. Sin embargo, la inocente invitación de Fajardo Dolci me confrontó entonces conmigo y mis circunstancias, para parafrasear a Ortega y Gasset1. Perdí esa falsa sensación de inmortalidad que tanto nos protege, ocultándonos el hecho de que la vida es efímera, el tiempo pasa, deja huellas y siempre cobra factura. Pero no termina ahí la historia de mi súbita e impactante vivencia. Esta creció cuando advertí que había aceptado la invitación sin chistar, es decir, sin percatarme de sus significados e implicaciones. ¿Cómo fue que asumí tácitamente que el retiro se asocia a la depresión? ¿Cómo fue que no cuestioné ni por un momento que el retiro podía reducirse a un simple cambio de estilo de vida y de estado del ánimo, cuando si algo lo describe es precisamente la complejidad de sus implicaciones psicológicas? Todas estas preguntas tienen una sola respuesta: mi propia ceguera ante mi situación vital era mucho peor a la que había reconocido inicialmente. Aceptar el tema con tanta naturalidad era, desde mi propia negación, una prueba clarísima de que Fajardo Dolci y yo teníamos la misma edad.
La juventud de Fajardo Dolci no sólo lo exime de toda responsabilidad en la elección del título. Su visión de la vida se encuentra anclada en el presente y, por lo tanto, aún no es tiempo de que tema a la vejez, que le es ajena y remota. Piensa y actúa de acuerdo con su edad y desempeña su función como debe ser. No cometió ninguna impertinencia al invitarme, al contrario, me ayudó a abrir los ojos. Se une a mi edad la circunstancia particular de mi especialidad. Como psiquiatra sé muy bien que el retiro es una coyuntura de la vida marcada en nuestro medio por muchos prejuicios sociales. Uno de elloses, precisamente, el asociarlo casi de manera automática con la depresión, pues se lo considera un acto traumático y, por lo tanto, indeseable. Sin embargo, los vínculos del retiro con la depresión no tienen ninguna evidencia científica. Las personas de más de 65 años no padecen más depresión que los jóvenes, y en algunas encuestas están incluso por debajo. De hecho, la vulnerabilidad a la enfermedad mental disminuye en ambos sexos de los 60 a los 74 años. Los médicos retirados no padecen más trastornos psiquiátricos que aquellos que continúan trabajando.Lo mismo puede decirse de la salud física. La consistencia de estos datos y su corroboración en diferentes grupos poblacionales nos autoriza a afirmar que el retiro per se no es un factor que ponga en riesgo ni la salud en general ni la salud mental en particular.
Hechas estas consideraciones, seguramente comprenderán las razones del cambio de título de mi presentación, cambio que tiene por objeto abordar el tema del retiro médico desde la perspectiva psiquiátrica de la vivencia individual, e incluir asimismo algunas reflexiones psicosociales de orden general. Ya que se trata de un fenómeno complejo, trataré primero el aspecto individual. Desde este ángulo, una manera de ver el retiro es situándolo en el marco del ciclo vital del hombre: nacimiento, crecimiento, maduración, declive y muerte. Durante el crecimiento se adquieren conocimientos, habilidades y destrezas; con la maduración llega al cenit todo lo adquirido y con el declive empieza su pérdida. Estas etapas pueden variar de individuo a individuo, pero al estar regidas por leyes naturales, no dejan de cumplirse.
Resulta ocioso señalar que el retiro forma parte del ocaso de la vida, por lo que no es de extrañar los temores y el rechazo que genera. Se trata de una confrontación similar a la de una enfermedad grave, un accidente fatal o el fallecimiento de un ser querido, pues despierta sentimientos muy parecidos, aunque tiene una diferencia fundamental con dichos eventos: el retiro no es un hecho imprevisto, sino en cierto modo esperado por el individuo, y desde el punto de vista social, un paso obligado para cualquier persona que forma parte de la población económicamente activa.
Surge así otro ángulo para entender el retiro, esto es, como un rito de paso o de transición. El término lo acuñó el etnólogo francés de origen alemán Van Gennep y lo desarrolló más tarde el antropólogo cultural escocés Turner. Si bien se trata de un concepto relativamente antiguo, surgido en el ámbito de la antropología para el estudio de las sociedades tradicionales, mucho menos complejas que la nuestra, sigue teniendo vigencia y arroja cierta luz sobre algunas de nuestras prácticas contemporáneas. Los ritos de paso son eventos que «marcan la socialización de las transiciones más importantes en la vida humana, como el nacimiento, la iniciación en la vida adulta, el matrimonio y la muerte. Tienen como función preservar la estabilidad de la sociedad, al regular la posición del individuo». En cada una de estas etapas el individuo adquiere a la vez que pierde algunas responsabilidades, derechos y privilegios. Se trata de formas de legitimar, por así decirlo, la posición que ocupa el individuo en su sociedad. Cada rito de pasaje suele ir acompañado de una ceremonia que marca la transición, y delimita el fin de una época y el comienzo de otra. En una sociedad tan compleja como la nuestra, los ritos de paso son más numerosos y variados que en la antigüedad, pero también menos evidentes y solemnes: los quince años de las adolescentes, el nacimiento del primer hijo, o incluso la primera borrachera o la adquisición de la licencia de manejo, que ......
CONSULTA AQUÍ LOS ARTÍCULOS COMPLETOS DE ESTE SIMPOSIUM:
GACETA MÉDICA DE MÉXICO

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