miércoles, 11 de julio de 2012

MEMORIAS DE UN PSIQUIATRA.

Memorias de un psiquiatra

De la Castañeda al Instituto Nacional de Psiquiatría

En este texto, el doctor Ramón de la Fuente Muñiz, uno de los pilares de la psiquiatría moderna en México, aborda, a través de retazos de su biografía, la historia de esta especialidad, al tiempo que revisa el avance en el estudio de las patologías de la mente y, por lo tanto, de nuestra naturaleza más profunda.
Agosto 2006 
Nací en la ciudad de México, en una familia sin carencias ni conflictos. En mi infancia se me describió como un niño reflexivo y un tanto solitario. En mi adolescencia temprana, la condición humana y sus misterios subjetivos suscitaron mi interés a partir de la lectura de un viejo libro de psicología de William James.1 Era inquieto, pero mi padre era liberal y nunca inhibió mis cuestionamientos ideológicos o inquietudes sociales. Cuando inicié la carrera de medicina, tuve la audacia de dar clases de psicología en una preparatoria privada, y ya en la Escuela de Medicina fundé y mantuve la publicación de una revista estudiantil, Allis Vivere. No tenía tintes políticos, sólo pretendía darle vigencia a nuestro lema, “vivir para los demás”.
En México, el escenario académico y científico de la psiquiatría era reducido. Sin embargo, Samuel Ramírez Moreno, Leopoldo Salazar Viniegra, Guillermo Dávila, Alfonso Millán y Mario Fuentes Delgado eran médicos inteligentes, dedicados a entender y atender a los enfermos mentales. A ellos se agregó Dionisio Nieto, neuropatólogo de relieve, emigrante republicano español que enriqueció la naciente psiquiatría mexicana.
La psicología experimental estaba en sus inicios con el impulso de Wundt (1872-1920) y Tichner (1867-1927), fundadores de los primeros laboratorios de psicología. Partían del principio de que la mente era capaz de observar su propio trabajo y usaron la introspección como instrumento para su estudio. Estos autores consideraban que las funciones mentales aisladas eran el objetivo central de la psicología. Más tarde, Watson (1878-1958) y sus seguidores propusieron que la conciencia era sólo un epifenómeno, en todo caso irrelevante. Sólo la conducta explícita podía ser objeto de indagación científica.

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