lunes, 5 de septiembre de 2011

Biomarcadores en la esquizofrenia.

Una búsqueda desesperada de biomarcadores en la esquizofrenia. ¿Qué anda mal?
Peter FalKai*
World Psychiatry, 2011, 9; 1:38-39.

* Department of Psychiatry, University of Göttingen, Germany

En su análisis excelente, Lawrie y sus colaboradores se dan a la búsqueda de biomarcadores adecuados para establecer el diagnóstico de esquizofrenia y para pronosticar la transición a la psicosis y la respuesta al tratamiento. Terminan diciendo que en la actualidad el diagnóstico de esquizofrenia por medio de criterios
clínicos es fiable y que reemplazar esto con otra serie de criterios subjetivos sería «equivalente a reacomodar las sillas de la cubierta del Titanic». Pese a su considerable esfuerzo por seleccionar la utilidad de los biomarcadores señalados en la bibliografía, los autores no logran su cometido. ¿Cuáles son los antecedentes y qué se puede hacer para modificar esta carencia?
En relación con los biomarcadores, parecemos envidiar al resto de la medicina. En cardiología por ejemplo, contamos con muchos biomarcadores como el ECG o variables sanguíneas que ayudan a establecer un diagnóstico firme. Aun si analizamos la neurología, una disciplina que evidentemente se ocupa del mismo órgano que nosotros, son fáciles de definir los fenotipos de enfermedad como el accidente cerebrovascular, la epilepsia o la esclerosis múltiple. Estos trastornos tienen un sustrato morfológico claro y a menudo factores etiológicos bien identificados.
La esquizofrenia es un trastorno de conexión en el cual observamos anomalíaslocales y un síndrome de desconexión, pero no podemos descubrir un sustrato neuropatológico común o una serie de genes de riesgo establecidos. El fenotipo conductual comprende prácticamente todos los aspectos de la conducta humana. Por tanto, es necesario reducir la complejidad del fenotipo que estamos evaluando. Nuestra tarea consiste en idear experimentos simples que den respuesta a pocas preguntas o sólo a una pregunta. Necesitamos enfocarnos en una «vía neurofuncional» más que en dejar la interpretación de nuestros datos a las «hipótesis de redes neuronales». Podemos fiarnos en las herramientas de la investigación refinada, es decir, genética molecular e imágenes del cerebro, pero las diferencias que se van a detectar en la esquizofrenia son exiguas y heterogéneas. Y todavía buscamos una lesión estática que explique por lo menos parte de la psicopatología de la esquizofrenia. Sin embargo, en un estudio aleatorizado reciente, demostramos que la reducción del volumen del hipocampo, uno de los datos estructurales distintivos de la esquizofrenia, es reversible con el ejercicio aeróbico realizado durante un periodo de tres meses (1). Por tanto, nuestro concepto de la lesión estática del neurodesarrollo o del proceso degenerativo del cerebro en la esquizofrenia podría estar equivocado. Tenemos que percatarnos de que cualquier factor nocivo para el cerebro, por ejemplo complicaciones obstétricas, abuso de cannabis o síntomas psicóticos crónicos, dará lugar a esfuerzos regenerativos del cerebro. Por tanto, es decisivo definir la fase de la enfermedad de cada paciente que se estudie. Resulta interesante que haya pruebas sólidas de un desenlace heterogéneo en la esquizofrenia. Aproximadamente un 20% a un 30% de los pacientes con esquizofrenia muestran un desenlace muy favorable, alrededor del 30% regular y el 50% un desenlace más desfavorable (2). Pese a ésta evidencia, no se dispone de estudios que traten de definir la base neurobiológica de estos desenlaces diferentes a largo plazo. Sería un buen inicio que se interpretaran los hallazgos neurobiológicos sobre el trasfondo del desenlace a largo plazo de los pacientes incluidos en el estudio.
En resumen, el documento de Lawrie y sus colaboradores señala una amplia gama de datos neurobiológicos derivados de la investigación en la esquizofrenia, pero en la actualidad no son útiles para identificar biomarcadores que permitan establecer el diagnóstico, pronosticar la transición a la psicosis o la respuesta al tratamiento. Esto subraya la necesidad de reducir la complejidad de nuestros fenotipos observados y  crear diseños de estudio más enfocados.
Además, a fin de llegar a una mejor comprensión de la base neurobiológica de la esquizofrenia, necesitamos enfocarnos en las diferentes fases de la enfermedad, distinguiendo los casos prodrómicos, de primer episodio y de múltiples episodios. Por último, el estratificar nuestros hallazgos sobre la base del desenlace a largo plazo de los pacientes incluidos nos podría ayudar a establecer una interpretación más refinada de nuestros datos neurobiológicos en torno a la esquizofrenia.

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