domingo, 4 de diciembre de 2011

VIGENCIA DEL HOSPITAL PSIQUIÁTRICO. CONF. MAGISTRAL. DR. VELASCO FERNÁNDEZ


Vigencia del hospital psiquiátrico*

 Dr. Rafael Velasco Fernández


*Conferencia presentada en el XLIII Aniversario del Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez, Mayo del 2010. 


Psiquis (México), Volumen 19, Núm. 4, 2010: 122-126.


En  junio  de 1974,  siendo Director General  de  Salud Mental fui invitado a este mismo recinto para hablar del  futuro  de  la Psiquiatría  Institucional  en México. ¿Por qué ese tema?
Simplemente porque se realizaba entonces la llamada «desinstitucionalización del enfermo mental», término lingüístico horrible y técnicamente inadecuado. Era el momento, el gran momento de la «psiquiatría comunitaria» que con esta nueva denominación traducía bastante bien definición y propósito. Como es costumbre, lo nuevo, aun siendo valioso, polariza razones y sentimientos y se convierte en moda. Si, también hay modas en las ciencias y generalmente se visten con neologismos,  o  bien,  con  los  viejos términos interpretados a modo.
La moda en aquel momento era la irrupción de la psiquiatría comunitaria con sus grandes virtudes, pero también con los riesgos a  que lleva una  incorrecta lectura de los hechos, provocada tal vez por aquellas «interpretaciones  catatímicas de la realidad» de las que nos hablaba con  vehemencia el maestro  José Luis Patiño. A veces uno extrae de los hechos y de las palabras conclusiones que van más de acuerdo con nuestras propias expectativas emocionales que con la realidad, igual que le pasa a las madres que ven a sus hijos bonitos cualquiera que sea la verdad. No cabe duda: los modelos, hoy llamados más elegantemente paradigmas, nos sirven para explicarnos todo de una vez y para siempre. Obtenida una vara de medir, sólo es cosa de adosar los hechos a su dimensión para tener explicaciones  seguras e irrebatibles. Pero no: en nuestro campo, como en el de la ciencia  pura, sólo hay conjeturas. Unas se comprueban, otras se eliminan y la mayoría persiste, aunque modificada por nuevos conocimientos y nuevas conjeturas. La verdadera ciencia es modesta.
La antipsiquiatría, que en 1974 ya existía bastante desarrolladita pero que  no  había recibido  aquí  la atención  que merecía,  también estaba  de moda, principalmente en los mismos países que abogaban por el ejercicio  de  la Psiquiatría en  la comunidad. Resultó lógico que los «extremistas» de cada uno de esos enfoques se hermanaran para lanzarse contra el hospital psiquiátrico. Nada mejor para los antipsiquiatras que el ataque a las instituciones que, según ellos, aplican una pseudociencia aberrante; y también nada mejor para los «psiquiatras light», término con el que se calificó desde el hospital a los que se dedicaron a la salud mental comunitaria, con su enfoque de salud pública que llegaba con buenas razones a nuestro medio, aunque con un retraso de unos 10 años, como siempre.
Tal cosa le ocurrió a los extremistas que militaban en esas dos «verdades» entre comillas. Pero hubo también quienes valoraron cuidadosa y objetivamente los hechos y llegaron a dos conclusiones útiles, ciertas, según ha demostrado el tiempo. Una, que la psiquiatría comunitaria y la que se ejerce en el hospital se complementan, no se excluyen; y la otra, que aunque las premisas de la antipsiquiatría son científicamente inaceptables, verdaderamente  aberrantes, nos hicieron reflexionar sobre los errores cometidos por la psiquiatría hospitalaria tradicional que venían siendo expuestos desde  muchos  años  antes por algunos grandes personajes de la Psiquiatría.
Al llegar a este punto, recordé algo que expresé en aquella conferencia de hace 36 años. Muy pocos de los aquí presentes estuvieron también en esa ocasión, pero  sería una  insensatez  pedirles que  testificaran sobre mi dicho. Lo recuerdo hoy usando las mismas palabras; dije entonces: La antipisquiatría deviene de doctrinas políticas y no del conocimiento científico...estoy convencido de que esta moda, pretendidamente intelectual,  pasará  en  corto plazo, sin  dejar  huella alguna, así de disparatada se nos presenta.
Bueno, en parte me equivoqué: aún hay antipsiquiatras que escriben verdaderos panfletos insultantes, pero está claro que la influencia de su ideología (que no ciencia) ha desaparecido casi totalmente en la  actualidad. Además,  en mi  defensa  diré «corto plazo»  que  en la  historia  del  conocimiento  quiere decir, creo, algo más que el tiempo trascurrido desde aquel momento en que lo dije.
Quiero resaltar que los antipsiquiatras de entonces se sintieron los guerrilleros que gallardamente luchaban contra las malas prácticas del hospital, centrándose mañosamente en las que realmente ocurrían, pero también en las que  inventaban para  exhibir males inexistentes.  Pienso  que es justo  reflexionar para entender mejor nuestra historia, de dónde surgió una posición como esa. Por mi parte, llego a esta conclusión, obtenida de la lectura de los más connotados antipsiquiatras: proviene, por lo menos en parte, de la negación de la enfermedad mental. Ésta simplemente no existe. Las descripciones clínicas de Areteo de Coppadocia, Sorano de Efeso e Hipócrates, de 3 a 400 años antes de Cristo; y mucho más tarde las de Pinel y su alumno Esquirol, Kraepelin y Bleuler, para citar sólo algunos de los grandes de la historia de la Psiquiatría; todas esas observaciones junto al paciente son, para los antipsiquiatras, descripciones de irrealidades;  no utilizan los términos «delirio»  y «alucinación», porque  se  morderían  la lengua.  Según ellos, «por algún motivo desconocido», aquellos grandes clínicos y muchos otros que describieron con objetividad los principales cuadros de la psicopatolo-gía, convencieron a los médicos haciéndoles creer en un gran mito, el mito de la enfermedad mental.
Precisamente el Dr. Thomas  Szasz,  para mí  el verdadero motor de la antipsiquiatría, dio a un voluminoso libro el título de El mito de la enfermedad mental. Es un clásico de los antipsiquiatras, aunque el autor no lo escribió con la intención de abanderarlos, el hecho es que influyó en muchos y, como era de esperar, sirvió como una de las banderas del movimiento contra el hospital psiquiátrico. En el libro mencionado expresó: Nuestros adversarios no son los demonios, las brujas, el destino o las enfermedades mentales. No tenemos enemigo con el cual pelear, a quién exorcizar o desvanecer por medio de la «cura». Lo que tenemos son problemas del vivir, sean biológicos, económicos, políticos o sociopsicológicos... mi argumento se limita a la proposición de que la enfermedad mental es un mito, cuya función es la de disfrazar, para poder tragar, la píldora amarga de los conflictos morales en las relaciones humanas.
Que semejante «rollo» no es un verdadero argumento, se demuestra poniéndolo al revés. Si yo digo: nuestro argumento se limita a la proposición de que los «problemas del vivir» son sólo un mito cuya función es la de disfrazar, para poder tragar, la píldora amarga de las enfermedades mentales que afectan al ser humano; si yo digo eso, estaré haciendo una mera afirmación sin el aporte de prueba alguna. Todo se reduce a una declaración tan verdadera o tan falsa como la de Szasz. Sin embargo, la de él contribuyó a exacerbar el movimiento contra la Psiquiatría y sus hospitales.
El enfermo mental existe desde que los homínidos dieron lugar a la aparición de esa punta de la evolución que hasta ahora ha sido el ser humano. Pensemos sólo en los trastornos psíquicos derivados de los traumatismos craneales y de la epilepsia, también en las deficiencias mentales y otras patologías cuya ausencia en aquellos seres no se puede negar, aunque tampoco se puede confirmar. La humanidad ha tenido que confrontar esa realidad, y la Medicina lo hizo siempre con los  recursos con que  contaba. Con el tiempo nació la práctica de asilar a los más enfermos, apartar a los peligrosos, encarcelar a los que  las  leyes castigaban,  y recibir  en  los  nuevos recintos a aquellos que debido a su trastorno eran rechazados y aún perseguidos por la sociedad. Con el tiempo se llamó Psiquiatría a la rama de la Medicina que se ocupaba de ellos, y hospital psiquiátrico a los nosocomios que los albergaban para su tratamiento.
No pretendo abordar la historia de éstos, pero sí diré que tradicionalmente han sido objeto de ataques y rechazo por múltiples razones. 

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